
Buscando y Asegurando Nuestra Identidad
Por Felipe M. Nava
A Israel se le fue dicho desde el principio: “…Israel es mi hijo, mi primogénito” (Éxodo 4:22, Isaías 43:1-7), Dios nunca les ocultó su identidad, desde su creación han sabido quienes son y a quien pertenecen. El saber su identidad ha sido lo que ha usado Dios para guardarlos en medio de todas las ocasiones en que estuvieron a punto de perder su filiación, por medio de la asimilación con las demás naciones. Hubieran desaparecido por completo sus rasgos.
Por cierto que todavía existe un buen número de Israelíes que anhelan perderse entre las naciones para no tener que sufrir el desprecio del mundo. Las palabras del primer ministro Yitzhak Rabin fueron precisamente que el pueblo de Israel debería olvidarse de que es escogido por Dios y que tiene derechos a la tierra por lo que está escrito en la Biblia. Que todo eso era retórica antigua que no tiene aplicación en este tiempo moderno. En otras palabras, quiso decir: “Necesitamos una nueva identidad porque la que tenemos, por medio de nuestros padres, nos ha causado muchos problemas”.
Esas palabras incitaron a los ultra religiosos, ardorosos defensores de su herencia. De entre esa rama del judaísmo salió el que acabó con la vida del primer ministro Rabin. Podemos entonces deducir que la identidad es algo de mucha importancia ante los ojos de Dios para sus hijos.
Al estar leyendo una revista noticiera que recibo semanalmente me encontré con un artículo que trata con la idea que, después del atentado terrorista en Nueva York y en la capital del país, ha surgido. Y esto es que debemos respetar y aceptar las diferentes creencias religiosas que desde algún tiempo se han establecido y que para estas fechas han cobrado gran prominencia en este país. La realidad es que esta representación en su más profundo intento lleva consigo la misma línea de razonamiento que se maneja dentro de los colegios y universidades y esa es que “no hay un solo camino hacia Dios”, sino que son varios los caminos que llevan hacia Dios. Que no existe una verdad absoluta o sea una verdad que sea superior a la opinión humana. Se les enseña que no se dejen influenciar por los demás, que formen sus propias conclusiones. Que actúen como individuos. Que piensen por sí mismos. Que hagan sus propias decisiones sin tomar en cuenta la opinión de sus padres mucho menos la de los demás.
Los proponentes de estas filosofías aseguran que no es cierto que haya consecuencias por nuestras decisiones o nuestra conducta después de la muerte. Tratando discretamente (y en ciertos casos aun abiertamente) de debilitar o obstruir la influencia que la palabra absoluta de Dios pudiere tener en las mentes de muchos de estos futuros líderes públicos. Podríamos decir entonces que la verdad de Dios “sufre violencia y los violentos la arrebatan” (Mat. 11:12). Entre más pasa el tiempo, todos los elementos del “reino de los cielos” sufren violencia y se necesita más y más violencia espiritual para obtenerlos y guardarlos. Existe hoy un bufete de toda clase de formas, dogmas y credos religiosos. Haciendo mas difícil el encontrar la verdad absoluta de Dios, sobre la cual debemos edificar (Efesio 2:20).
A una persona se le identifica por su nombre, aspecto físico, idioma, lugar de nacimiento, carácter y profesión. Cada uno de estos distintivos dicen algo diferente de la persona. Por ejemplo, el nombre lo conecta con sus raíces familiares. El aspecto físico identifica su estado nutritivo; el idioma, el lugar donde nació; el carácter, en términos generales, el ambiente en que creció la persona; y la profesión, el nivel de educación.
Podríamos mencionar muchos más ejemplos y formas de como identificar a una persona, pero nos concretamos a esta pequeña lista por esta vez. Agrego que cada uno de estos distintivos tiene más profundidad al escrutarlos más. Pero en este caso el enfoque mayor es el llevar todo esto a la parte espiritual. En el Salmo 87 versos 5 y 6 encontramos estas palabras: “Y de Sión se dirá: Este y aquél han nacido en ella; y fortificarála el mismo Altísimo. El Señor contará cuando se escribieren los pueblos: Este nació allí”.
El trato del Señor con su pueblo Israel es en el plano físico y literal. Al traer los distintivos antes mencionados al plano espiritual lo podríamos descifrar de la siguiente manera:
Nuestro nombre, nuestra reputación, nuestro testimonio, (Eclesiastés 7:8) habla de lo genuino de nuestro nacimiento espiritual.
El aspecto físico representa, la clase de comida espiritual que comemos.
El idioma, la habilidad de hablar y entender el lenguaje de Dios (Juan 8:43). Cuando hay humildad y sinceridad con Dios en nuestro corazón, es cuando empezamos a aprender en verdad el lenguaje de divino.
El lugar de nacimiento identifica ciertas costumbres que se adaptan, haciéndose parte de la vida. Cuando el Señor determinó usar la vida de Moisés para sacar a su pueblo de Egipto y dirigirlo hacia Canán, primero lo hizo huir de Egipto hacia la tierra de Madián (Éxodo 2:11-15). Allí le habló en una zarza y le presentó su plan. Después de convencerlo de su nuevo llamado, empezó Dios a quitarle las costumbres que todavía tenía en su vida, las cuales había desarrollado en su lugar de nacimiento. Este proceso duró 40 años. La influencia del lugar de nacimiento puede ser positiva o negativa.
El carácter, en términos espirituales más concretos, representa el ambiente familiar (congregación) en que ha sido criado. Si ese ambiente fue un ambiente positivo, esto le ayuda a refinar su identidad. Si es negativo ese ambiente ofusca la identidad de Dios en su vida. Cabe agregar a esto que la identidad que tenemos de Dios en nuestra vida se difunde en gran parte de lo que hagamos en nuestra vida personal, pero a la vez no podemos negar que nuestras relaciones exteriores afectan lo que somos en lo interior en forma positiva o negativa.
La profesión, en lo espiritual, representa el entendimiento de nuestro desplege como hijos de Dios, embajadores del Altísimo aquí en la tierra (II Cor. 5:20, Efesios 6:20). Esto no tiene que ver con el nivel de intelectualidad humana, sino más bien con el nivel de despertamiento y discernimiento (Hebreos 5:14) espiritual, entendimiento (Daniel 12:10) producido por la sabiduría que viene de arriba (Santiago 1:5).
La fuente de nuestra identidad como parte de los santos del Altísimo (Daniel 7:27) está en conocer a nuestro “Padre Celestial” (Efesios 3:15). En Él encontramos nuestra equivalencia y aseguramos nuestra identidad que está fundada en el Reino inmóvil (Hebreos 12:28). •
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